Un artista frente a sí mismo indaga en los trazos del pasado el lugar de donde proviene el rumbo hacia el que guían sus series. Es lo que ocurre cuando un niño se vuelve hacia su interior para buscar, en sus marcas de vida, la justificación de sus pensamientos. Entonces se erige el protagonista de los planos, aquel que evita la mirada y se concentra en su alma. Es el eco de las huellas que el tiempo ha conservado en sus cuerpos lo que conduce a una voluntad imperiosa a desarrollar Mixo.
La búsqueda indefectible del ser y su esencia, es un espiral que gira al interior de las tribulaciones de la mente y compone un proceso ondulatorio, reflexivo y de contemplación que vincula el origen con la intimidad. Como si fuese de manera inexorable, ella siempre acaba exhibiendo los atisbos de una introspección original.
De la forma en que las ondas y mareas se conceptualizan para erigir procesos primitivos y vitales para la humanidad, las cavilaciones de la línea, hacen lo suyo en las directrices artísticas que acoge Felipe Bedoya en su trabajo plástico. Es la forma radial y orbicular que dirige aguas, carreteras y procesos cíclicos, la que se van anidando en sus proyectos hasta provocar la cúspide. Mixo es una serie revelatoria, una muestra que desnuda tanto las raíces de la cultura afroamericana como las del artista que las gesta. En ella, los patrones de identidad que iteran su permanencia a través de la historia, presentan la esencia de un pueblo que deja marcas sobre su tez para exhibir al resto parte de lo que son y, al mismo tiempo, guardan para sí el sentido y la convicción. Paralelamente, se exhiben los hallazgos de patrones heredados de la genética, voluntades inconscientes que subsisten en Bedoya conduciendo su atracción. De aquellas líneas que dibuja en la modelo de sus fotografías, se extrae la esencia de una fascinación tan intrínseca como personal.
Entonces los cuerpos vuelcan la mirada, se esconden de la realidad para remitirse a la esencia. Se desvisten ante sus imágenes para iniciar un viaje introspectivo hacia un lugar donde lo cíclico se vuelve patrón de conducta y viene, va y regresa. Las mareas arrecian para desprender lo terrenal y sumergir al argumento en la historia, sus huellas y su conciencia.
La tensión y el dramatismo la imprime un monocromo que hace innecesaria la visita del color. Cada quien con su ADN natural tatúa sobre su piel la adhesión a una cultura y colectividad que lo recibe y, adhiere en sus células, la pertenencia a un todo orgánico. De ella surge lo espontáneo, pintura que recorre sin destino una superficie y es parte parte del imaginario que vincula el ser a su forma natural. Aparecen vehementes la fotografía y el dibujo. En sus técnicas pictóricas y manuales, serigrafía y grafito actúan modelando a un personaje, reconocible en su silueta al protagonista de Homo, que oculta el rostro y se sumerge exterior e interiormente a la reflexión. Es la culminación de un trabajo de maduración personal, la consolidación de aquel gusto por una estética que promueve la belleza del cuerpo, la diversidad y las marcas como registro material e intuitivo de realidad.
El hombre y su belleza, condujeron a Víctor Hugo a decir que el cuerpo humano es el contenedor de la realidad de quien lo habita. La intención deslavada de Mixo, vívida en sus imperfecciones, resguarda la intimidad del personaje y el artista y las dirige a una condición de aislamiento, un refugio donde el ser puede sumergirse en sus tribulaciones. Mixo es la relación del hombre con su interior, aquello que ocurre cuando por medio de la conciencia se descubre la realidad.
Texto: Natalia Vidal Toutin
Técnica:
Graphite, charcoal, watercolor and serigraph